domingo, 19 de septiembre de 2010

En vísperas al tratamiento en el Congreso de la Nación del entonces Proyecto de Ley de “Matrimonio Igualitario”, “Matrimonio de personas del mismo sexo”, “Matrimonio gay”, etc., etc., el 10 de Julio de 2010, recibí, mientras viajaba hacia mi casa, un panfleto de color naranja y algunos dibujos color blanco. Como generalmente, lo tomé. Al frente del mismo tenía una figura que resaltaba una mujer, de pelo largo y en vestido, de la mano con lo que parecería ser un hombre, sin pelo y casi sin forma, y por debajo de ellos, un niño saltando. Alrededor de esta imagen, rezaba la siguiente consigna: “Una mamá y un papá para nuestros chicos”.


En la parte de atrás del panfleto, estaban enumerados lo que serían sus “objetivos o principios”. Como título de ellos se preguntaba “¿Por qué defendemos la familia?” Por último, tenía una referencia a una página de Internet en la cual había un texto definitivo, luego de haberse aprobado el proyecto en cuestión, que agradecía a Dios por haber unido a sus hijos y a aquellos que defendían la Patria y la Familia.


Ante todo ello quiero reflejar cuán tamaño es el desacierto de tales principios. Advierto que los resaltados son míos. También quiero dejar bien en claro el grado de bajeza al que acuden para mantener un estado lamentable de cosas.


1- “Porque los niños están primero y la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo les niega lo imprescindible para una maduración equilibrada: su derecho a un papá y una mamá”.

La unión de las personas del mismo sexo no reduce la situación social de los niños; para ella los niños también son lo primero. Es decir, la elección sexual, la inclinación a modos de vida diferentes no es, por naturaleza, excluyente, tal como las otras inclinaciones (las que se dicen “normales” a sí mismas) creen. Las creencias también pueden estar equivocadas, y en este caso, son también egoístas.

No hay negación alguna en la ley para la pretendida “maduración equilibrada” de los niños. Tampoco niega esto el hecho social de unirse las personas del mismo sexo. Un padre (varón) y una madre (mujer), de ninguna manera garantiza esa tendenciosa maduración. El desequilibrio que pueda padecer un niño, precisamente, resulta de la no aceptación de la sociedad a estas nuevas situaciones sociales.


2- “Porque todas las situaciones jurídicas de interés recíproco entre personas del mismo sexo ya son y pueden ser tuteladas por el derecho común”.

La existencia de una ley es un principio, pero no una totalidad. El ordenamiento jurídico dispone para lo futuro, en principio. Pero mientras no exista un reconocimiento verdadero, una expresa disposición en el sentido de reconocer a las personas del mismo sexo iguales derechos, iguales oportunidades, no pueden ser ellas efectivamente tuteladas. Cuando dicen en este principio “pueden ser”, dejan abierta la puerta para que la ya actual ley vigente, tome vigor.


3- “Porque la inteligencia reconoce en la realidad y la naturaleza que el amor matrimonial se funda en la diferencia sexual, la complementariedad corporal y afectiva y la capacidad de procrear, ausentes en las parejas del mismo sexo. Es una distinción real y no una discriminación”.

Las uniones de personas del mismo sexo no carecen de las cualidades mencionadas: la inteligencia también reconoce real y naturalmente que el amor no es una prerrogativa de la pareja mujer-varón. El amor no es una obligación hacia una persona. La complementariedad corporal no toma partida por algún sexo, es decir, que tanto puede complementarse un sexo masculino con uno femenino como con uno de su misma naturaleza. Complemento no es necesidad sino solamente agregado, que puede o no estar. Vale aun más lo antedicho respecto de la complementariedad afectiva. ¿No puede amar y venir a llenarse una persona junto con otra de su mismo sexo? ¡¿Cuál es el impedimento?!

La procreación es contingente. La unión de personas que deciden vivir “hasta que la muerte los separe” puede suceder sin descendencia. No hay obligación, tampoco, de continuar con la herencia.


4- “Porque las escuelas estarán obligadas a enseñar que la unión homosexual es lo mismo que la familia natural, menospreciando y arruinando para siempre la educación que los padres quieran das a sus hijos al respecto”.

La ruina proviene de la propia debilidad. Quien se cae es por distraído.

Enhorabuena que la educación venga a incorporar de una vez por todas otra realidad: el homosexualismo. Vendrá, al contrario de las reflexiones de estos Señores, a repensar la situación del otro, a considerar que el gay no es un maldito, que no está infestado y que no es un marciano. Se comprenderá que sólo es una persona ¡que quiere vivir!


5- “Porque al alterar el concepto de matrimonio, se altera el concepto de familia y se destruyen para el futuro las bases de la sociedad”.

La familia es un intermediario de la sociedad, dicen algunos sociólogos. Ahora bien, ¿qué sociedad queremos?, ¿una clasista; una excluyente? Como toda institución social puede modificarse, sin miedo a socavar las “bases de la sociedad”. El monopolio de la familia tradicional, mamá relegada a lo doméstico y papá, fuerza intelectual, trabajador, es la gran farsa de la dominación masculina. El fundamento de que con “matrimonios gays” y niños gays lo social entrará en crisis es una hipótesis, sólo una conjetura no comprobable. El divorcio en Argentina, en los 80, anunciaba para algunos el fin de la sociedad: predicción fallida.


B C

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